Desde la última fila a la pantalla principal

alex madera
3 min readMar 18, 2023

Retraído, ocultándose siempre de la muchedumbre, de las luces y la exposición, relegado, disfrutando de lejos y anhelando poder ser parte de aquello, de la conversación, del reconocimiento, pero pasa desapercibido, apenas su presencia es la ocupación de un escondido espacio, por lo demás, pareciera invisible.

Recorriendo las calles, taciturno, cabizbajo, soñando, porque dentro de esto, puede abrirse, descubrirse, ser ese centro de atención, que las miradas se volteen para contemplarlo y para mostrarle reverencia, pero hasta ahí su timidez le impide poder soportar los halagos, pero su corazón vuelca al sentir que su presencia es notoria, que ha estado realizando acciones que provocan alabanzas, pero es pasajero, apenas da vuelta y todo se oscurece, vuelve a estar en solitario, caminando y evitando las miradas.

De repente los ojos se cierran, ese sol impenitente penetra de manera desgarradora y arrebata la visión, pero eso no entorpece, sino ese ensordecedor murmullo durante la explicación en un aula abarrotada por compañeros, pero a la vez extraños, no por desconocerlos, sino por su comportamiento, aturdido ante la insistente muestra de desdén, aunque un poco acostumbrado a las suposiciones e inferencias de su cualidad y calidad delante de todos.

Parecía imposible llegar a estar en esa anhelada primera fila, porque en el escenario, apenas en los pocos minutos de su escapada de ese ambiente insostenible e incomprensible, pero apenas pensaba, pero volvía sus pasos, cabizbajo, arrastrando los pies, como si el llegar fuese un abismo.

Entre bochornos, despidos, abandonos, pérdidas, traspies, de repente empezó a moverse, ya no se encontraba en la última fila, allá en la oscuridad, sino que había podido movilizarse unas pocas filas, donde apenas alcanzaba un haz de luz, para iluminar y poner de manifiesto su presencia, apenas perceptible, pero ya las voces indiscretas y trepidantes, aquellas que buscaban de manera afanosa hacerlo ver como ese extraviado, sin rumbo, que no tiene el sentido de poder alcanzar siquiera colocar el segundo pie a la hora de caminar.

Ya no estaba sentado, al darse cuenta y mirar al frente, ahora le tocaba estar donde la luz mirada de manera incesante, tratando de mostrarle a un público ávido que se encontraba frente a quien estaban esperando, donde escucharon con atención cada una de las palabras y explicaciones, y aunque al principio titubeó, tal vez adormecido por la inesperada realidad, al mirarse en el lugar en que apenas en algunos de sus sueños por milésimos momentos pudo escalar.

Pero ya no era solo el escenario, al voltear ante un llamado, apenas asintiendo, pudo descubrir que era inevitable y que aquello ya no lo veía desde la última butaca, sino que era a quien veían, a quien consultaban, ya había decidido apagar definitivamente aquellas voces insolentes e impertinentes, que nunca descansaron en mostrar la realidad que ni siquiera pudieron comprender.

Ahora, liderando equipos, trazando estrategias, dibujando ya no los sueños, sino las realidades que apenas se conocían, para enrumbar hacía el destino que tenía programado y que aunque con pasos entrecortados y siempre cabizbajo, no ya por las mismas razones, porque se notaba la firmeza de sus pasos, sino por aquello de que aún le atormentaban algunas luces, pero que ya no lo amilanaban.

Ya el tiempo no le pertenecía, abarcaba escenarios que apenas dominaba, pero su tenacidad, su empuje, perseverancia y aquella audacia de conocer o de intuir lo que se avecinaba lo llevaban a conducir sin dilación.

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