Conocimiento, paciencia y determinación

alex madera
5 min readDec 4, 2023

Se trataba de un paseo, una celebración de un grupo de personas que comparten un entretenimiento en común, que es el pedalear o montar bicicleta, aunque unos su utilización sea más diversión para otros se trata de salud y otras variedades, sin embargo, había el ofrecimiento de unos premios para aquellos que lograran escalar en el menor tiempo posible, una subida complicada y que exigía mucho más que fortaleza física o dominio de la bicicleta, más que todo requería de conocimiento, paciencia y determinación.

Hasta el momento nunca me había gustado participar en competencia dentro de ese ambiente, pues mi finalidad en el mundo de las bicicletas es cuestión primordial mi salud y movilidad, y no solo salud física, sino mental, porque en mi caso me ayuda bastante a lidiar son situaciones del día a día y a entender con mayor claridad todas las cosas que diariamente te llegan a abrumar.

Una de las acciones que más me gustan de la bicicleta es el proceso de escalación, porque es sumamente exigente y una gran parte le huye a las subidas, por lo mismo, pues te lleva a los límites en todos los aspectos, sobre todo el mental, que juega un papel determinante, ya que llegan momentos en los que te encuentras en el proceso de escalamiento, en que a pesar de que tus piernas y tu cuerpo, así como la respiración, te indican que puedes lograrlo, la mente comienza a elucubrar en detrimento tuyo y a decirte que no vale la pena, tal como sucede en los dibujos animados, donde te mostraban de un lado un diablito y del otro un angelito, uno diciéndote que puedes y el otro que no vale la pena el esfuerzo, porque al final no obtendrás nada.

En el momento que hablaron de la competencia para escalar una cuesta bastante pronunciada, aunque no me llamaba la atención por el hecho de competir, me parecía por la descripción que hacían de la misma, que era una cuesta que ya conocía y que en par de ocasiones ya la había logrado hacer, con bastante esfuerzo, sin embargo, no estaba seguro de que se trataba de la misma, pues en la zona de San Cristóbal, lugar donde se iba a llevar a cabo la ruta o paseo de despedida de año lo que más abunda son las pendientes y bastante pronunciadas, de hecho, una gran parte de los ciclistas cuando quieren prepararse para una ruta demandante, utilizan esta zona para sus entrenamientos.

Ya una vez puesta en marcha la ruta, se hablaba con insistencia de la pendiente y de quienes podrían o no subirla y los que estarían dispuestos a realizar el intento y cuando por fin llegamos al punto, pude darme cuenta de que ciertamente era la pendiente que ya conocía y que en par de ocasiones la había logrado domar y no quiere decir esto que iba a ser algo fácil, pues no hay manera de que sea fácil, a menos que te encuentres entrenando de manera permanente para escalar o competir.

En ese momento de la llegada, se empezaron a cuestionar a los participantes, y todavía no tenía el ánimo de competir, si claro está que la subiría, porque nunca he dejado de intentar ni me ha amilanado ese tipo de retos, sin embargo, el tema de competir no era algo que estaba dentro de mi, pero luego que se estaban distribuyendo o dividiendo en equipos, me decidí a competir, a pesar de que habían ciclistas mucho más experimentados que yo en todos los aspectos, pero estaba decidido, porque vi algo que la mayoría no pudo y entendí tendría a mi favor.

Mi inclinación inmediata fue colocarme en el Grupo A, donde se encontraban los que contaban con mayor habilidad, destreza y condiciones para subir y ganar, y solo habían 3 lugares para obtener un premio y por la calidad de los competidores, aparentemente no tendría ninguna posibilidad, sin embargo, como indiqué anteriormente, ya había visto algo que los demás no percibieron, por el furor del momento y por el ímpetu de simplemente obtener un artículo como compensación del esfuerzo, algo normal en toda competición.

Pude muy bien colocarme en el Grupo B, donde estaban otros ciclistas que supuestamente tenían menor condición, pero me propuse estar y competir con los que se consideraban mejores y que ciertamente cuentan con mejor condición física y dominan más la bicicleta que yo, pero no tenían el conocimiento, la paciencia ni la determinación que me empujaba y que ha sido parte perenne de mi.

Ya en el momento de salida se notaba la intensidad y el deseo de los ciclistas de romper la barrera del sonido con su ímpetu, la adrenalina brotaba e impregnaba el ambiente, tornando turbio el panorama y empezaba el escenario a cargar con tal nivel de densidad, se les veía ese deseo irrefrenable de ganar o de mostrar sus mejores condiciones y eso al final, jugó en su contra.

Al pestañear me di cuenta de lo agresivo del empuje que mostraban, pues salieron todos como si se tratara de romper el récord de los 100 metros, sin detenerse a guardar las fuerzas y dejar a un lado ese fervor, y decidí ejercer mi alto grado de paciencia, mientras los veía perderse en una de las curvas iniciales del exigente tramo, el cual en ese momento, era prácticamente nulo, pero fui avanzando de manera sosegada, esperando el momento crucial y en una segunda curva mientras yo iba apenas doblando la primera, ahí donde la pendiente decide de manera férrea no cederte el paso y obligarte a luchar contra todos los demonios, se notó que ya la adrenalina estaba agotada o en reserva.

Fue en ese momento donde me dije que estaba en lo correcto, que aquello que percibía en el ambiente minutos antes de iniciar, era totalmente cierto y que era mi oportunidad, y fue de ese modo, poco a poco fui empezando a desplazar los ciclistas que estaban muy delante de mi y que iban quedando atrás, otros no pudieron contra la voluntad de dicha pendiente y declinaron, mientras yo seguía hasta que solo quedamos 3, ocupando yo el tercer lugar y parecía que ese iba a ser mi posición final, pero no, en mi quedaba paciencia, conocimiento y más que todo, esa determinación irrenunciable y que me empujaba, indicando de manera categórica que tenía oportunidad de desplazar al ciclista que iba en segundo lugar.

El solo estaba de frente, no permitía ver con claridad lo que estaba delante, si apenas distinguía al ciclista que ocupaba la segunda posición, y aunque en ese momento me surgieron dudas, pude percibir que estaba agonizando y que era mi oportunidad para alcanzarlo y desplazarlo, tal y como pude hacerlo, y fue en ese instante donde me di cuenta que tenía a mi favor una ventaja y pude utilizarla como catapulta para dejar atrás y llegar de segundo hasta la cima.

Fueron minutos de mucha energía, de una capacidad inmensa de retención de angustias y más que todo, una prueba de mi determinación, esa que me ha llevado a donde estoy y que pude demostrarme nueva vez, que nada ni nadie podrá ni tiene el derecho de decidir lo que puedo o no puedo lograr, porque contra todo pronóstico, logré un segundo lugar inimaginable para muchos, pero que dentro de mi, sabía que lo tenía, y que no se me podía arrebatar.

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